viernes, 18 de mayo de 2012

Dios, qué nos dices de nuestras relaciones virtuales?


Hay un tema en cuestión: las relaciones personales a través de las redes sociales.  Es mucho lo que se puede decir y mucho lo que se puede criticar, así como mucho lo que se puede preguntar.  En este caso queremos preguntarle a la Teología, concretamente a la doctrina de la Trinidad… veamos qué nos ilumina frente al tema propuesto.

Primero es importante recordar la estructura básica de la comunicación; se habla de tres elementos esenciales: un emisor, un receptor y un mensaje que une a ambos.  Son dos los personajes, cada uno actúa en distintos momentos como receptor y como emisor, y es uno el mensaje que los une en una sola relación. Curiosamente la doctrina de la Trinidad de Dios es muy similar a lo anterior: Dios es Padre y es Hijo, ambos unidos en el amor, que es su relación y persona divina a la vez, el Espíritu Santo.  Dios Padre como emisor que ama al Hijo, el Hijo que como receptor es el eterno amado, y el Espíritu Santo que es el amor mismo que une a ambos.  No es accidental esta semejanza entre la estructura de la comunicación y las relaciones divinas, todo lo contrario, sabemos que Dios lo ha hecho todo y ha dejado sus huellas en la creación (Sb. 13,1). Hizo al hombre a su imagen y semejanza (Gn. 1,27).  Otra prueba la encontramos en que siendo Dios relación al interior de sí mismo, se manifiesta esto en el hombre en su propia necesidad de relacionarse, y manifiesta esta necesidad en la diversidad de relaciones que establece, incluyendo las de los medios masivos y las redes sociales.  No solo es posible sino un deber el relacionarse para ser consecuente con su propia naturaleza humana y creada.

Basados en lo anterior podemos entonces preguntar a la doctrina trinitaria si es válido hablar de relaciones personales a través de las redes sociales, y queremos también saber cómo deben ser éstas…  ¿Qué nos dice Dios Trino?  Sabemos que Dios es amor, es el perfecto amor, Amor que se da (Padre), Amor que se recibe (Hijo), es el amor mismo (Espíritu Santo).  Un amor que se dona a sí mismo, el Padre da su propia naturaleza al Hijo, diríamos un amor sincero, y a la vez un amor libre, que no obliga.  Se consigue de allí que así mismo deben ser las relaciones humanas (relaciones maduras y cristianas) con sinceridad y libertad.

Claro, es muy fácil fingir lo que no soy a través de un Nick y de una foto de perfil, pero no sin atentar la naturaleza misma de mi ser relacional y consecuentemente experimentar el vacío y la falta de sentido; al igual que es muy fácil sufrir por las relaciones vanas y faltas de compromiso, excepto si me acerco en libertad y valorando la libertad del otro.

Es posible hablar de relaciones personales entonces a través de las redes sociales, y de relaciones auténticas, si éstas son sinceras y libres, es decir si son relaciones basadas en el amor, el mismo que recibimos de Dios.